miércoles, 13 de abril de 2011

Enemigo oculto


Se siente como una voz que te susurra con tal eficacia que te hace palidecer. Es capaz de paralizar hasta al más valiente y decidido, hacer retroceder al más ambicioso, hundir en la incertidumbre a los visionarios soñadores que creen en grandes hazañas. Cada vez que te vuelves de la jornada, cansado, pero lleno de logros, puede hacerte creer que en verdad eres un miserable que sólo cumplió con su deber. Cada vez que digas en voz alta que quieres lograr algo, te susurrará tal desaliento que tu entusiasmo llegará sólo a la vuelta de la esquina. Cada vez que te reconozcan los esfuerzos, te hará sentir incómodo, inadecuado, inmerecedor. Cada vez que alguien te cuente de sus logros, pensarás que de alguna forma, no alcanzará lo bueno para ti, porque tu oportunidad se la ha llevado otro, como si el bien fuera escaso. Entonces tu cara se tensará, y sentirás que estás fingiendo al decir "felicitaciones". Cuando caes en la cuenta de que no has visto a tus amigos, o padres, o abuelos, o hermanos, o hijos, y los llames para decirles que quieres verlos, seguramente acordarás una visita, y luego justo te va a doler algo, o tendrás un problema ese día, de modo que alguien tendrá la culpa de que no podrás estar. Una comida poco saludable la noche anterior, un helado a la medianoche, y ya está, muy simple, lista la excusa para fallarle a los que dices querer, pero de manera elegante y diplomática. ¿Quién te podría culpar por "estar enfermo"? ¿Y quién será este enemigo del que hablo?


¿Me creerías si te dijera que cada uno de nosotros puede ser el peor enemigo de sí mismo? De verdad que es cierto. El corazón escaso de fe, la falta de conocimiento respecto de lo que de verdad se quiere, la probablemente escasa medida del amor que se nos ha entregado durante la vida, son todos lentes que hacen ver el mundo de tal forma que parece como si uno remara en contra de sí mismo. Entonces la gente decide pagar una universidad o el gimnasio, pero no asistirá, o no se aplicará, aunque le dirán a sus amigos que "quieren de verdad ser alguien en la vida". Intentarán emparejarse, poner el pie encima a otros, inspirar lástima, matarse de a poco haciéndose adicto a las sustancias, y al mismo tiempo temerán comprometerse con lo bueno, arrancándose de los pocos amigos verdaderos que se pueda encontrar, porque sienten "desconfianza". Se matarán de a poco dejando de descansar, guardando rencores y dándole vueltas a los malos recuerdos, y harán todo esto al mismo tiempo en que dicen ir "en búsqueda de la felicidad". Se levantarán en la mañana corriendo a cumplir las labores que ellos mismos eligieron, pero lo harán con la queja en los labios, con los ojos cansados, con el ánimo podrido, igual como si se les obligara. Hay un autoboicot, una contradicción, entre lo que se dice querer, y la lucha que de verdad se sostiene para alcanzar las metas.


Creo que hay un largo camino para cambiar eso y dejar de aportillarse todo el rato. Pero al menos comenzar a hablar de esto, fijarnos sólo un poquito, es un comienzo, un pequeño paso.


Estoy segura de que se puede girar en la dirección contraria. Por ahora invito a que hablemos de ésto alguna vez. Gracias por leer!

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Sería más fácil callarlo...

...pero sería lo más mezquino también. Me he topado con el referente más alto de amor que conozco... ¿cómo se entiende el amor sin compartirlo?