viernes, 13 de marzo de 2009

De vuelta a clases



Alguna vez, no hace mucho, compré en mi mente la idea de "Marzitis". Ese dolor de guata producto del nerviosismo de entrar nuevamente a clases proyectaba sombras ya desde Febrero. A pesar de llevar más de 10 años enseñando, no hay caso, siempre da nervio asumir los cursos, nuevas relaciones con alumnos, nuevas responsabilidades, nuevas instrucciones para hacer las cosas, nuevo estado de alerta... alguna vez pensé que ya estaba bueno, que esto de ser profe es realmente demasiado demandante para cualquier ser humano, hasta para el más entusiasta. Bueno, todavía creo que la cosa es difícil, se espera y se descansa demasiado en los profes para lograr resultados excelentes, pero nadie más quiere pagar los costos de esa excelencia, ni siquiera los padres, que no preparan valóricamente a sus muchachos para comportarse de manera respetuosa y ubicada en una sala que comparten con sus pares y superiores. Para qué decir las instituciones de educación, cuyos criterios en la toma de decisiones son, sinceramente, cada vez más economicistas. La Educación es un negocio, no cabe duda. Aunque sé lo importante que es crecer, tener dinero para mejorar los sistemas, etc., pero cualquiera que haya trabajado en esto sabe que las platas no siempre apuntan a mejoras para quienes reciben el producto "educación".
Bueno, de cuando en cuando esta realidad frustra y ahoga. Dan ganas de dedicarse a otra cosa, de descolgar el teléfono, de hacerse el leso y escapar. Uno se pregunta "¿dónde se me fue el entusiasmo?", cuando uno amaba esta profesión, y la encontraba tan satisfactoria.
Estuve leyendo en el verano en la Biblia los libros de Moisés, especialmente Números y Deuteronomio. Admiré y apoyé en mi corazón a Moisés, que siendo el hombre más manso de la tierra terminó realmente cansado de los israelitas en el desierto, que se portaron como un curso malo cualquiera... desagradecidos de las provisiones de Dios, sin avanzar en el aprendizaje, alegando por todo, resistiéndose a crecer... pobre Moisés, terminó pegándole a una piedra para sacar agua, sin glorificar a Dios con su actitud, y por ello perdió el privilegio de acceder a la Tierra Prometida. En vez de él, es Josué a quien Dios le asigna la tarea de conquistar la tierra que fluía leche y miel: un líder con nuevas fuerzas, de otra generación, con otra mentalidad, uno que se formó en el desierto, y no en la esclavitud de Egipto, ése estaba listo para el desafío siguiente. Me pregunto una y otra vez en dónde estoy yo, pues siempre me simpatizó Josué, pero ¡cuán identificada me sentí con Moisés en su punto de quiebre! Recuerdo cuando Jesús dijo que el vino nuevo se mantiene en odres nuevos, pues si se lo pone en odres viejos, estos se rompen, y se pierden el vino y los odres juntamente. Creo que Dios me empuja a ser como Josué, cuando preferiría mirar la Tierra Prometida desde lejos... Con muchas lágrimas acepto el desafío de no tratar más de enseñar desde la rabia, la impaciencia, el control de todo.
Esta semana fue mi primera semana de clases. Quiero darle gracias al Señor, por enseñarme a ser un maestro como Él. No quiero cansarme ni enfermarme más, quiero pasar a la Tierra Prometida como Josué, quiero ser la profe que Él quiere que sea. Le doy gracias por guiarme con Su Espíritu, y por la verdad de Su palabra, que me resulta una verdadera lumbrera en mis camino. Todo lo que haga se lo dedico a Él. La rabia podrá ser mi debilidad, pero una vez más, con gran esperanza, digo: ¡En Marzo Mayor es Su amor!

Sería más fácil callarlo...

...pero sería lo más mezquino también. Me he topado con el referente más alto de amor que conozco... ¿cómo se entiende el amor sin compartirlo?