Creo que ése es el sentido de la Navidad. Hacemos de todo, menos ADORAR al Niño Dios. Ya no me quiero conformar con mensajes tan limitados, tan humanistas y finitos sobre "los hombres de buena voluntad", o los anhelos de paz egoístas que sólo tratan con la paz personal, esa de "no quiero que se metan conmigo". Quiero estar junto al niño Jesús en Belén. Estoy agradecida de que Dios haya enviado a Su Hijo a nacer al mundo, para que le conozcamos. Para mí esto hace toda la diferencia en mi vida. Dios restableció el canal, la conexión con el Padre, ya no soy más enemiga de Dios. Jesús es el amigo más fiel que he conocido. Me amó aún cuando yo ni existía!
Siempre ha estado, siempre estará, la magnitud de Su amor me sostiene en medio de todas las dudas y temores, aún de los más escondidos. Y pensar que era un simple niñito naciendo en un pesebre en Belén. Y Belén, ¿Qué era? Nada más que una ciudad insignificante en el mapa. Podría haber sido en Roma, o en Grecia. Si naciera hoy, podría haber sido en París, o Londres, o en New York... Podrían los famosos y ricos de este mundo codearse con el Rey de Reyes, pero no. Él vino a los humildes, a los despojados, a los de corazón entristecido. ¿Será mi corazón como ese establo en que nació? ¿Mostrará Su grandeza en querer conocerme a mí, una mujer común y corriente? ¿Por qué Dios el Padre eligió este hogar para Su Único Hijo? Hay tantas cosas que no comprendo. Solo debo admitir que a Dios no le importa pasar incomodidades. Como una madre que no tiene asco de cambiar pañales al bebé. Como una enfermera que no rechaza al enfermo por tener que curarle las heridas. Como un maestro que jamás se reiría de su alumno con dificultades para aprender. Como tú, todas las veces que te sacrificas por los que amas. Adoro a Jesús en esta Navidad porque es Dios. Y porque ante todos los peros, y las dudas, y todo lo que se oponga, MAYOR FUE, HA SIDO Y SERÁ SU AMOR!